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Te has empeñado en ir al centro en coche. Eso a pesar de que sabes que si coges el autobús tardas lo mismo y te ahorras el dar mil vueltas con el troncomóvil para encontrar un sitio. Pero como no tenías intención alguna de volver a casa en transporte público, te lo juegas todo a una carta.
Tienes suerte, al menos no has pillado atasco hasta tu destino pero, cuando por fin has llegado a tu destino, lo peor está por llegar. ¿Dónde demonios dejo el coche?
Te lo tomas con calma. ¡No pasa nada! Encontrar sitio, antes o después, es cuestión de tiempo. Bajas la radio al mínimo, que esté de fondo pero poco más y das vueltas hasta que se abre el cielo y cantan las estrellas: ¡ese sitio es para ti! Un poco estrecho, pero no pasa nada, lo meto sí o sí. Colocas tu vehículo en paralelo al que está aparcado, metes marcha atrás… y apagas la radio.
¿Qué ocurre, es que acaso la radio hace el coche más grande? ¿Brujería unida a tu palanca de cambios? No, algo mucho más sencillo: recursos atencionales limitados.
Ese curioso gesto de darle al off a la radio lo realizamos para eliminar fuentes de distracción. Como escuchar música es un acto mentalmente complejo, la práctica totalidad de nuestro cerebro está involucrada en la recepción de las frecuencias y las composiciones musicales, es por ello que necesitamos suprimir esa tarea que nos complica la vida en segundo plano.
Asignamos todos los recursos disponibles en un momento puntual a la acción más relevante en ese espacio de tiempo. Algo instintivo y que nos ayuda a realizar tareas cuando no tenemos accionado el “piloto automático” de nuestro cerebro. Es por ello que no nos molesta cuando realizamos el camino del trabajo a casa de cada día, o cuando circulamos por autopista y no hay apenas coches en el camino.
No, no se trata de ser un bicho raro. Muchos lo hacemos, sobre todo los hombres (no nos enfademos chicos, cada uno tenemos que asumir sus limitaciones). Entrar en modo multitarea no es tan sencillo para todos. Los cerebros más jóvenes están más acostumbrados a ello, puesto que han nacido con internet, los móviles y las consolas y son capaces de poner su cerebro en pausa mientras realizan alguna otra acción, como cuando usan el móvil mientras ven la tele.
Es un hecho. Si estás conduciendo y te pones a hablar con el manos libres no consigues centrarte totalmente en la conducción, una de las actividades cognitivas más complejas a las que se enfrenta el hombre.
Así, si vas caminando por la calle y te llaman por teléfono lo habitual es que reduzcas levemente tu velocidad. Si lo que te están diciendo es algo que te enfada, malas noticias o que, simplemente, requiere de mucha atención, vas a pararte. Tu cerebro no da para todo. Ni más ni menos.
Este tipo de reacciones también las experimentamos cuando llueve mucho, nos perdemos con el coche o hay algún conductor que no lleva :DriveSmart instalado en su móvil y va haciendo el cafre… En definitiva, cuando necesitamos depositar el 100% de nuestra atención en algo.
¿Qué hacer? Prohibido preocuparse, lo primero. Lo siguiente, dejar que sea el cerebro quien, en estas ocasiones, decida: no te olvides de que es la parte más inteligente de tu cuerpo. Como cuando te dice que te instales :DriveSmart en tu iPhone o Android. No le pongas puertas al campo. ¡Arriba los cerebros!
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